viernes, 11 de diciembre de 2009

LA SEMENTERA

En días pasados, y aprovechando un "descanso laboral", he dejado aparcadas las Urgencias, UVIS y Hospitales, para disfrutar de otra de mis pasiones: El campo.

Esta vez , había que arrimar el hombro para que Alberto avanzase en las tareas de siembra ya que por culpa de la fuerte sequía que este año azota las tierras de Alba, la sementera en Valverde iba muy retrasada. Ya estaban sembrados los centenos, las avenas y los trigos, pero no se podía perder más tiempo con la cebada.
Las labores agrícolas en nuestras épocas , nada tienen que ver con la dureza extrema que ofrecian a nuestros antepasados.
Ahora se utilizan tractores de gran cilindrada y cavallaje, con habitáculos con todo tipo de lujos, en los que se hace menos pesado el soportar jornadas de 10 y 12 horas de trabajo. Alberto Santos , a pesar de su juventud, es ya todo un experto profesional, llevándo a sus espaldas entre 250-300 Has de siembra anuales en Valverde

Por eso, el post de hoy es un homanaje a LA SEMENTERA de nuestros bisabuelos

La agricultura de secano ha ocupado tradicionalmente el esfuerzo de la mayor parte de nuestras gentes. Herrezuelo ( donde nació mi abuela Angeles) es un pueblo agrícola con cultivos típicos de las mesetas cerealistas, trigos, cebadas, algarrobas, tierras de pan llevar.
A partir de San Miguel (29 de septiembre) las ovejas apuraban los últimos rastrojos y los agricultores preparaban los aperos de la sementera . Tras las primeras gotas se daba la primera vuelta con el arado (alzar), servía para airear la tierra y enterrar los pajuncos de la cosecha anterior.

Arar era uno de los trabajos menos evolucionados, el arado romano de una sóla reja, marcaba un sólo surco en cada pasada. El mástil del arado se uncía al yugo que arrastraban las caballerías; la esteva, asida por mano firme, permitía dirigirlo para tirar los cerros rectos, pero apenas se arañaba la superficie de la tierra y sólo se sembraba la capa más superficial, haciendo imprescindible el barbecho. Según la calidad de la tierra se adoptaba un sistema de rotación anual en las siembras: (trigo-cebada-barbecho) o (trigo-cebada-algarrobas), para dar tiempo a la recuperación del suelo. Los años de leguminosas (algarroba o garbanzo) la tierra holgaba durante el invierno hasta la tornasiembra al principio de la primavera.


Tras la primera vuelta había que abonar. A lo largo del año la basura que producían los animales, mayormente sus camas de paja y el estiércol de las cuadras, se echaba en el estercolero del corral; una vez al año se volteaba para que la basura fermentara por igual y cuando apretaban los calores se regaba para favorecer la formación del humus. Si se hacía mucha basura, el estercolero se llevaba a los muladares, una tierra de propiedad comunal que se situaba carrá Macotera. Como en tantas cosas de la vida, en la basura también hay calidades, la mejor es la gallinaza de las aves y la de oveja, aunque todas en mayor o menor medida benefician la tierra.



En octubre, la basura se acarreaba a las tierras y descargaba en pequeños montículos, desde los que se repartía. En tiempos más modernos se tiraba también un poco de mineral para reponer los nitratos del suelo. Los sacos de nitrato y fosfato se acarreaban a las tierras donde se mezclaban a pala. Era un duro trabajo, el polvillo que entraba por la nariz producia sensación de asfixia; enseguida salieron artilugios que enganchados a la yunta mezclaban y repartían el mineral.
Tras el abonado venía muy bien un poco de lluvia para que los nutrientes calasen, pero sin demasía, pues mucho agua los dispersaba. Se daba otra vuelta para cubrir abonos y a fines de octubre según viniera de adelantado el año empezaba la sementera.
La siembra a a voleo era un trabajo muy cualificado, los buenos sembradores estaban muy pesquisados. El sembrador con el costal al hombro lanzando puñados de grano cubría entre 5 y 8 cerros, procuraba un reparto uniforme para que no se formasen montones o calvas.



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