Fruto del terrible impacto, el tractor quedó partido a la mitad, y reducido a un amasijo de hierros practicamente irreconocibles.
A estas alturas del post, os preguntareis que pasó con el pobre octogenario que conducía el convoy agrícola?...
Pues para asombro de todos,deciros que al día siguiente , el abuelo estaba recogiendo los restos de chatarra para venderlos en un desguace de la zona. A veces la fortuna del destino es así de generosa.
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